
Érase un 10 de mayo de 1948, en la ‘Carita de Dios’, capital de los ecuatorianos, una hermosa niña es dada a luz en la clínica Ayora. La pequeña fue bautizada como Edna, al igual que su madre, quien la toma en brazos y la mira sonreír. Desde el regazo, la pequeña sabía que estaba protegida por quien sería su mejor amiga hasta el día que abandonase este mundo. Pasarían 64 años para que eso sucediera (2012). La extrañará sobremanera.
Un gran destino le venía por delante a esta valiente pequeña que no le temía a fantasmas ni arañas, al punto de jugar con ellas y dejarlas caminar por sus brazos. Solo le teme al rechazo. Eso sí le parte su sensible corazón.
Así, como tratando de emular un cuento, es como empiezo la entrevista con esta afamada escritora infantil y juvenil ecuatoriana que ha logrado trascender mundialmente, dejando en alto el nombre del Ecuador.
Su talento la ha llevado a ganar un sinnúmero de premios y reconocimientos nacionales e internacionales, y actualmente está nominada por segundo año consecutivo por el Consejo de las Artes de Suecia al premio Astrid Lindgren Memorial Award 2013 (ALMA), segundo más importante del mundo para la literatura infantil y juvenil. Espera con ansias que, según sus palabras, “pase el milagro y ganar”. Con el anterior no lo logró, pero no pierde la fe de que este año suceda, así como está segura de que algún día será nominada al premio Hans Christian Andersen, más conocido como el Nobel de la Literatura Infantil.
Es que, Edna Iturralde De Howitt de Kernan viuda de Van Maasdjik, como es su nombre completo, es una exitosa escritora con 45 libros publicados, en su mayoría con temática infantil y juvenil, de los cuales 41 siguen recorriendo Latinoamérica y el mundo. “Cuatro fueron una sola publicación”, aclara esta autodidacta quiteña, quien irónicamente no estudió en la universidad la carrera de Literatura. “Me hubiese gustado ir a la universidad, pero no pude por varias razones”, comenta someramente y sin ahondar en los motivos. Prefiere reservárselos sin dar la oportunidad a seguir indagando con un firme, aunque respetuoso, “no”, y continúa: “Solo hice un año (un curso) de escritura creativa en la Universidad de Cornell (EE.UU.)”, comenta, aunque años más tarde (2000), el profesor titular le pidió ser su ayudante, en reconocimiento a su talento.
Esos hechos pasados no revelados no le impidieron desarrollar su arte. Siempre estuvo rodeada de buena literatura, su mejor escuela. Desde pequeña sus amados abuelos, con quienes vivió mucho tiempo, y su entrañable madre, le leían cuentos durante el día y antes de dormir. “Siempre le pedía a mi mamá que me leyese…”, recuerda, sin olvidar los innumerables cuentos de ‘Las mil y una noches’ que le narraba su abuelo, quien era árabe palestino. Esos pequeños, pero importantes detalles fueron cultivando en ella ese profundo amor y pasión por la lectura, así como ese despertar temprano (a los 11 años de edad) por la escritura.
Desde entonces, la pluma, el lápiz y el papel se convirtieron en sus mejores aliados. Le permitieron hacer volar su imaginación, plasmarla en sus cuadernos y crear mundos fantásticos.
Sus pinitos literarios los dio al cursar el quinto grado de entonces (actual sexto de básica) del Colegio Americano de Quito. “Nos pidieron hacer una comedia para teatro, pero no encontrábamos una que nos gustase. Entonces fui a mi casa y la escribí. Se la enseñé al maestro (Néstror Vinueza) y la aceptó. A él le agradezco porque me dio la oportunidad de escribir esa comedia y tuvo en sus manos mi profesión… Desde ahí me sentí escritora”, cuenta.
No se consideraba niña genio, “ni mucho menos”, recalca, pero sí una muy entusiasta y sensible amante de la lectura, que empezaría a escribir cuentos a petición de sus compañeros (as) del colegio. “Lo que ellos me pedían, les escribía”, recuerda.
Lo que no recuerda, y hasta ahora han sido infructuosos sus esfuerzos por hacerlo, el nombre del autor del primer libro que leyó. “Era un cuento lindo sobre un pececito. Creo que se llamaba ‘El pececito Kenio o Kenio, el pececito’. Nunca más pude encontrarlo”, sostiene nostálgica.
Para Edna, quien en 1996 fundaría y presidiría por varios años la ‘Unión de Escritores y Escritoras de Literatura Infantil’, la primera organización de ese tipo en el Ecuador, cada libro, historia, cuento que ha leído es importante.
De niña pasaba los días leyendo historietas cómicas, entre ellas las de ‘La pequeña Lulú’, ‘Tarzán’, ‘Gasparín, el fantasma amistoso’, ‘El pato Donald’ y demás. Se entretenía introduciéndose en el mundo de personajes de novelas como ‘Pollyanna’, de Eleanor H. Porter, o de autores como Emilio Salgari, entre otros, de los cuales destaca a Mark Twain. Es que, el literato norteamericano la marcó con uno de sus libros favoritos, ‘Las aventuras de Huckleberry Finn’, de los centenares que ha devorado. “Me encanta porque tiene un sentido del humor único y los personajes están bien delineados…”, opina.
Entre las historias que no puede elegir como favorita, están las de sus “hijos de papel”, como se refiere a los libros escritos por ella. “Es la única pregunta que no puedo responder, porque a todos los siento mis hijos… Todos son especiales, he vivido con los personajes, compartido con ellos, paso a paso, cada una de sus aventuras… He sufrido, me he reído y asombrado con ellos… Los quiero a todos por igual”, argumenta emocionada y con ternura de madre que, aparte de amar a sus ‘hijos de papel’ y a sus fieles lectores, asegura que lo mejor que le pasó en la vida es el nacimiento de sus 6 hijos y 7 nietos.
“Amo a los niños y hubiera querido tener más”, dice. Gracias a ellos, sus hijos de sangre, empezó a alinearse con fuerza por la temática infantil-juvenil.
“Cuando me casé (con su primer esposo) y tuve mis hijos, empecé a narrarles cuentos (creados por ella) por las noches, antes de que vayan a dormir; pero ellos me reclamaban porque cada vez se los contaba diferente”, dice.
Es que, hasta entonces no los había escrito ni había publicado libro alguno. Salían directamente de su imaginativa mente a la boca y oídos de sus hijos, de nadie más. Ante los reclamos de sus retoños, decide escribirlos para contárselos siempre igual. Esos cuentos, inspirados e impulsados por sus hijos, salieron publicados (en 1986) en su primer libro ‘Desde el jardín de las arañas doradas’, con auspicio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
“Ahora los cuentos están divididos en 2 libros llamados ‘Pecas y las cucarachas’ y ‘La leyenda del Arupo y otros relatos míticos y mágicos’ de la editorial Alfaguara de Santillana”, grupo con el que empezó a trabajar desde 1998, constituyéndose en la primera escritora ecuatoriana en publicar para esa editorial, aunque inicialmente con el libro ‘Verde fue mi selva’, con el cual se vuelve pionera de la etno-historia narrativa del país. Y es que Edna ha sido pionera de muchas cosas desde que tiene memoria. En su adolescencia, por ejemplo, fue la primera estudiante mujer en ganar doble galardón en el concurso colegial de oratoria, venciendo a todos sus contrincantes, en su mayoría varones, cuenta con orgullo. Multifacética como ella sola, y debido a su gusto por la ropa y su habilidad innata en el diseño de modas y joyas, fue la primera persona en montar una boutique en Quito. “Tenía 20 años y puse mi boutique en la av. Amazonas. Salí en la portada de Vistazo, no en traje de baño (ríe), sino con un chaleco de cobre que yo diseñé”. El local se llamaba Carnaby Street (como la famosa calle de la moda de Londres) y vendía sus propios diseños en ropa y joyas en cobre y plata. “Era gracioso porque la gente no sabía que era una boutique y me preguntaban por qué no vende remedios si dice botica?”, recuerda con el humor que la caracteriza.
Pero aquella faceta de diseñadora no duraría mucho ante la llegada de su primera hija y su posterior cambio domiciliario a Lima y Guayaquil, donde viviría cortos períodos junto a su primer esposo, el difunto Diederik van Massdijk, quien falleció años después (1982) en un accidente aviatorio. La vida le volvía a jugar una mala pasada a Edna. Ella perdió a su padre, a su corto año de edad, en un accidente aéreo. Ahora la huérfana de padre no era ella, sino sus 4 hijos.
Años más tarde, la felicidad de pareja volvería a su vida al casarse con su actual esposo Bruce Kernan, con quien tiene 2 hijos más. Hoy, agradece a su familia, por ser su apoyo incondicional, aunque reconoce que le hace falta su madre. “Era mi mejor amiga”, dice.
Otra faceta de esta prominente escritora fue la de guía turística en 2 importantes empresas del país, por 2 periodos alejados cronológicamente. Uno, a sus 19 años, cuando estaba soltera, en el que fue reconocida como ‘mejor guía de turismo de América del Sur’, y otro a sus 43 años.
Ama a los animales, en especial a los perros, sus fieles compañeros. “Me acompañaron cuando niña en mi soledad”, pues no tuvo hermanos ni primos para compartir. “Era hija única de una hija única… pero siempre estuve rodeada de amor… disfrazaba a mis perros con ropa y pañuelos para jugar al té con ellos”. Hasta hoy esos seres la acompañan. ‘Lobo’ (pastor alemán), ‘Juancho pistolas’ (un chihuahua) y ‘Tuco’ (un salchicha) la rodean en la en-trevista y juegan a ratos con ella. “Falta ‘Tigre’ (pastor alemán) que está enfermito donde el veterinario”, anota.
Y ese ferviente amor por los animales hizo que muchos protagonizaran sus historias. Es el caso de “Panchita la hipopótamo baletista” (1980), su primer cuento lanzado al público, pero no en un libro, sino en el suplemento ‘Panorama’, de un importante diario del país, así como “Trapito, el perrito vagabundo”, entre otros. Publicó cuentos, esta vez en libros como “Un día más y otras historias”, dedicado a los animales en vías de extinción como parte de su lucha ambientalista. Una temática que empieza a ser recurrente en sus creaciones literarias, donde supo transmitir con ingenio a los niños y jóvenes el amor por la naturaleza. Un ejemplo de ello se evidencia en la revista ‘La Cometa’, primera de su género en el país que fundó en 1982 y dirigió por años, y que luego le daría un enfoque ecológico (1986). Asimismo, junto al ilustrador Pablo Ortega, con quien ha trabajado por años en la parte gráfica de varias de sus historias, creó la historieta ‘¡Oh!, la historia tralalá’ (1985), ‘La patrulla del páramo’ (1986) y ‘Los Ecochicos’ (1988), y otras muchas propuestas.
El legado literario de esta perseverante mujer es tan amplio que no cabrían páginas para hablar de él. Y a diferencia de lo que se llegaría a pensar, jamás tuvo un mentor a quien agradecer su guianza. Al contrario, tuvo bastantes detractores. Edna era discriminada, en especial por personajes del círculo de escritores, a quienes prefiere no referirse, que llegaban a hacerle comentarios hirientes.Entre los más suaves: “para ser mujer escribes bien”. A pesar de ello, jamás se dejó derrotar.
Hoy es considerada una de las escritoras infantiles y juveniles más importantes de Latinoamérica, tiene bestsellers como ‘Lágrimas de ángeles’, que rompió récord de ventas en el Ecuador y sobrepasó en ventas en Colombia, a Gabriel García Márquez.
Pero ella no solo escribe para niños, también lo hace para adultos con novelas policiales como ‘Las muchachas de la lluvia’, su último libro lanzado al mercado hace algo más de 2 meses en Colombia, que relata sucesos que tuvieron lugar en Ciudad Juárez (México), que han logrado captar la atención internacional. “Un día desperté a las 5 de la mañana y se me ocurrió que tenía que escribir un libro sobre los femenicidios en México. No sé por qué se me ocurrió. Nadie me había conversado del tema ni había visto una película al respecto, ni mucho menos… Solo amanecí con la idea, con esa ansiedad de escribir y lo hice”, comenta al explicar que sus fuentes de inspiración son diversas y tan solo le vienen a la mente como esa vez cuando iba manejando y prendió la radio. “Sonaba ‘El unicornio azul’, de Silvio Rodríguez, e imaginé la historia de ‘Olvia y el unicornio azul’. Al llegar a casa inmediatamente la escribí”, cuenta.
Aparte de esas casualidades, lo que sí es seguro es que una de sus mayores inspiraciones es Ecuador. “Amo mi país y empecé a escribir de él para que nos conozcamos… y le agradezco a Dios por vivir en un país mágico donde no tengo que inventarme nada, todo está aquí…”, dice al referirse a escritores como J.K. Rowling, autora de Harry Potter, a quien agradece por despertar nuevamente el interés por la lectura en los niños y jóvenes adultos, pero quien en su opinión, tuvo que inventarse todo, “yo, en cambio, escribo historias impresionantes que existen y existieron en el Ecuador…”, y otras partes.
Pocas veces ha escrito por recomendaciones o a petición de personas como sucedió con el libro ‘Más Simón era su nombre’, solicitado por una editorial, que trata sobre la vida de Simón Bolívar. “En él tardé 3 meses en investigar y 3 en escribir”.Es el que más tiempo le tomó. Normalmente es rápida. “Puedo escribir un libro álbum en una tarde”, asegura, gracias a su capacidad de concentración. “Tuve la suerte de ser mamá de 6 y me acostumbré a escribir en cualquier momento, lugar y circunstancia, y le agradezco a Dios por ese don. Si fuera de las personas que solo escribe en un lugar u horario determinado, no hubiera logrado hacer lo que he hecho, ni produciría lo que produzco… Puedo estar en la sala de espera de un aeropuerto, con bulla alrededor, sacar mi computadora y escribir”, revela. Sus ideas fluyen con facilidad al punto de jamás hacer cambios. “No hago borradores, todo lo escribo directo en la computadora”, asegura.
Parte de sus historias han sido representadas en obras de teatro y hasta en ballets, pero no han llegado a la pantalla chica o al celuloide. Ese es uno de sus mayores sueños, que espera cumplir algún día. “Muero porque se haga una película basada en cualquiera de mis historias”, admite esta coleccionista de muñecas antiguas, quien, además, es muy creyente de Dios y de los ángeles.Algunos de ellos están representados en su casa en simpáticas figuritas con adaptaciones locales, como aquel ángel ‘tsáchila o colorado’ que muestra al finalizar la entrevista.
Artículo publicado por Revista Semana – Christian Colombo Cordero
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